Introducción al conflicto
Permanente inestabilidad en la región de los Grandes Lagos de África
Durante el s. VI, los agricultores hutus empezaron a llegar a la región de la actual Ruanda y Burundi. Más tarde, entre los siglos VIII y IX, y los siglos XII y XIII, serían ganaderos tutsis los que se asentarían en la región. Aunque inicialmente convivían de forma pacífica, hacia el s. XVI los principados tutsis empezaron campañas militares contra los hutus y mataron a sus príncipes, dando origen a las primeras oposiciones socioeconómicas.
Estas diferencias aumentaron durante el s.XIX, cuando las mejores posiciones eran ocupadas por tutsis, y fueron reforzadas en el s.XX durante la colonización belga.
Con esta situación, la revuelta hutu en Ruanda no se hizo esperar, y el 1 de noviembre de 1959 empezaba un movimiento revolucionario que hizo marchar del país a unos 150.000 tutsis.
El 1962 Ruanda conseguía la independencia y Grégoire Kayibanda, hutu, se convertía en el primer presidente del país al ganar las elecciones. En los primeros años de su gobierno, los hutus accedieron a la enseñanza y el país progresaba, pero la matanza de 350.000 hutus en Burundi el 1972, hizo crecer un sentimiento antitutsi y la inestabilidad. Un año más tarde, y como consecuencia de esta situación, el General Habyarimana dio un golpe de estado e intensificó la política de persecución tutsi.
En cuanto a Burundi, la evolución histórica es bastante similar a la de Ruanda, pero con algunas diferencias. Mientras que en Ruanda la mayoría de las jefes tutsis pertenecían al mismo clan y estaban unidos, en Burundi existía una gran rivalidad entre los diferentes clanes y éstos se veían obligados a buscar el apoyo de los hutus, hecho que reducía las diferencias entre unos y otros.
Aún así, con la llegada al poder de la mayoría hutu en Ruanda, y el miedo de que se diera la misma situación en Burundi, la minoría tutsi de este país optó por una estrategia represiva que originaría graves matanzas.
Así, desde la consecución de su independencia el 1962, y hasta el 1993, los tutsis mantendrán el poder y practicarán la represión contra los hutus, que se verán obligados a huir del país.
A inicios de los 90 se quiso dar más peso a los hutus elaborando una nueva constitución y legalizando el partido hutu Frente por la Democracia en Burundi (FRODEBU) que ganaría las elecciones de 1993, proclamando Melchior Ndadaye presidente del país.
Unos meses más tarde, éste sería asesinado y los hutus optaron por un plan de autodefensa y de ataques contra los tutsis. Por otro lado, el ejército de Burundi (98% de tutsis) empezó a masacrar la población hutu, especialmente los cuadros políticos y administrativos del FRODEBU, hasta que el 1996 llegó al poder de nuevo con el golpe de estado de Pierre Buyoya , que había sido derrotado en las elecciones de 1993.
Mientras tanto en Ruanda, la situación de represión sobre los tutsis lleva al Frente Patriótico Rwandés (creado en Uganda el 1979) a invadir el país el 1990, situación que obliga a hutus y a tutsis a negociar una salida pacífica al conflicto.
Hace falta destacar que el FPR, además del apoyo de Uganda, también contaba con Gran Bretaña y los EEUU, mientras que Francia y Bélgica respaldaban a Ruanda.
Toda esperanza de encontrar una solución pacífica del conflicto desapareció cuando el 6 de abril de 1994, el avión que llevaba a los presidentes de Ruanda y Burundi fue abatido por un misil. Este hecho fue la chispa que encendió el fuego en Ruanda.
A partir de aquel instante, las milicias hutus se lanzan a matar tutsis, provocando un horrible genocidio, y el FPR hará lo mismo con la población hutu.
En cuanto a la respuesta internacional, las Naciones Unidas retiraron el contingente de tropas que tenían en la zona y con su acción facilitaron que se llevaran a cabo las matanzas. Además, se decretó un embargo de armas contra el régimen ruandés, mientras que el FPR las continuaba recibiendo desde Uganda.
Finalmente, el julio de 1994, el FPR se hizo con el país e impuso en Ruanda el poder de la minoría tutsi con un ejército monoétnico.
El 20 de octubre de 1996, Uganda y los nuevos regímenes tutsis que controlaban Ruanda y Burundi, lanzaron ataques sobre los campos de refugiados del Zaire. La justificación era protegerse de las incursiones de milicias hutus en su territorio.
Al mismo tiempo, se iniciaba una ofensiva para derribar al dictador del Zaire Mobutu Sese Seko. Bajo el liderazgo de Laurent Désiré Kabila se formó la Alianza de Fuerzas Democráticas de Liberación que luchaban por la discriminación que padecían los tutsis del Kivu Sur.
Esta alianza se hizo con el poder en tan sólo seis meses y cambió el nombre del Zaire por el de República Democrática del Congo.
Una de las primeras acciones de Kabila fue la de despedir a los militares y políticos de Ruanda, Burundi y Uganda, pero éstos se negaron y anunciaron su oposición armada contra el gobierno de Kinshasa desde el Kivu, creando la milicia Reagrupación Congoleña por la Democracia (RCD), apoyada por Ruanda, y el Movimiento de Liberación del Congo (MLC), con el apoyo de Uganda. De esta forma, la Historia se repitió y se lanzó una ofensiva para derribar a Kabila, curiosamente a quien habían apoyado unos meses antes.
Pero esta ofensiva será detenida con la intervención de Zimbabwe, Angola y Namibia, que apoyarán a la RDC. Finalmente, el 1999 se firmarán los acuerdos de Lusaka entre los seis países africanos involucrados en el conflicto, y poco después lo firmarán el RCD y el MLC.
En los últimos años se han firmado diferentes acuerdos de paz que han conseguido, primero, la retirada de las tropas de Ruanda y Uganda del territorio del Congo, y segundo, el alto el fuego con determinadas milicias a cambio de una nueva constitución y la formación de un nuevo gobierno que incluye miembros de estos grupos armados y políticos de la oposición.
Pese a estos acuerdos, los enfrentamientos se continúan produciendo en la región del Kivu y en la Provincia Oriental, y hoy en día todavía se vive con la amenaza de una guerra civil en el Congo. Además, la situación en Ruanda y en Burundi tampoco ayuda demasiado a la estabilidad de la zona.
En Ruanda, de cara al exterior, se está intentando promover la unidad y la reconciliación nacional: se hizo un nuevo himno y una nueva bandera para el país, y se han celebrado elecciones legislativas y presidenciales el 2003 .
Además, en octubre de 2004, unos 400 soldados ruandeses fueron enviados en misión de paz a Darfur, en campaña de propaganda internacional. Pero de puertas a dentro, la realidad es muy diferente: Ruanda continúa acusando al Congo de apoyar a las milicias hutus que actúan en su territorio y al mismo tiempo continúa apoyando a grupos paramilitares que actúan en la zona del Kivu; tanto las elecciones legislativas que ganó el FPR como las presidenciales en las que venció Paul Kagame , fueron fraudulentas según los observadores europeos; y, el hecho más grave, las prisiones de Ruanda continúan llenas de hutus sin cargos que son torturados y se habla de un exterminio lento pero constante de hutus en el interior del país.
En cuanto a Burundi, la situación aparenta relativa calma debido a que tan sólo una milicia permanece activa. Además, el gobierno de transición está presidido por el hutu Ndayizeye, y las NNUU y el gobierno de Burundi trabajan plegados en el desarme de soldados y milicias. Aún así, pese a estos esperanzadores acontecimientos, la situación podría estallar en cualquier momento debido al aumento de la rivalidad entre las dos etnias para repartirse los lugares de poder en el gobierno y en el ejército. Esta obsesión de hacerse con el poder por miedo a la otra etnia podría desencadenar un nuevo conflicto en Burundi que haría estallar toda la tensa calma que vivimos actualmente en el país y que afectaría a toda la región.
En conclusión, con este panorama que tenemos actualmente, la convivencia entre hutus y tutsis no será posible sin una verdad completa del conflicto y un reconocimiento de las responsabilidades de cada cual que traigan a la reconciliación. Además, hace falta una actitud firme y el apoyo económico por parte de la comunidad internacional, así como el replanteamiento de sus políticas. Un replanteamiento que pase por la no demonización de una determinada etnia, y el permitir a los pueblos africanos tener la oportunidad de desarrollarse, haciendo uso de los enormes recursos naturales con los que cuentan, y de decidir su propio futuro para iniciar un nuevo período en la región donde la justicia traerá la paz entre las diferentes etnias, y finalmente se podrá vivir en libertad.