Existen distintas posiciones teóricas respecto a la posibilidad de alcanzar un desarrollo y, sobre todo, sobre el camino a seguir. La mayoría de los gobiernos latinoamericanos siguen los dictados de las instituciones financieras internacionales, otros proponen que se haga lo que hicieron en su momento los países desarrollados (Stiglitz 2003), pero cada vez más se considera que es necesario construir un camino propio.
Los efectos de la economía neoliberal son cuestionados incluso por sus promotores mas fervientes como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) quienes reconocen la necesidad de construir ”una globalización mejor”, que reconozca y atienda las desigualdades sociales y propicie una ”aceptable distribución del ingreso”, y que esto es ”esencial no sólo para la reducción de la pobreza y la prosperidad, sino también para la seguridad y la paz”.
Se ha reconocido que existen ”fuerzas del desequilibrio en el mundo” que deben ser cambiadas. Por ejemplo, los países ricos gastan 56 mil millones de dólares (mmd) al año en asistencia para el desarrollo, pero destinan 300 mmd a subsidios agrícolas y 600 mmd al gasto militar, cantidades mucho menores que las ayudas que se otorgan, además la extracción de recursos a través de la deuda y el intrecambio comercial son factores que se añaden a estos hechos.
Seguramente hay un acuerdo general sobre la necesidad de un desarrollo con mayor equidad, disminución de la pobreza y de la desigualdad existente, que se ve cada vez más confrontada con una realidad con notoria desigualdad socioeconómica, que tiene evidentes manifestaciones territoriales. (BID 2001). Es necesaria la ruptura del discurso de la economía neoliberal para avanzar en los aspectos esenciales de salida a la situación actual.
La promesa de lograr niveles de desarrollo equivalentes a los países desarrollados se ve contrastada por la evidencia de la insustentabilidad de este modelo y de la polarización social y económica que ha provocado. (Guillén 1997). La privatización de los servicios, la apertura a la inversión extranjera, el pago del servicio de la deuda externa y la liberalización financiera no sólo no han beneficiado a los países, sino que los han vuelto más dependientes de intereses que no son los suyos, y se han convertido en suministradores de recursos materiales y humanos para mantener condiciones de vida opuestos a un desarrollo sustentable. (FMI 2000, Sader 2001, Saxe-Fernández 1999, Sen 2001).
Las sociedades latinoamericanas siempre se han caracterizado por sus niveles de desigualdad, económica, política y social (Yañez 2000, Ferranti 2003). Esta situación parece agravarse desde la implantación del modelo económico neoliberal desde hace más de dos décadas. El incremento de la pobreza y la desigualdad, la destrucción de las economías de subsistencia, la sustitución de las incipientes industrias locales por maquiladoras inestables, el desempleo y subempleo; son algunas de las facetas más evidentes (Gambina 2002).
Las condiciones de insostentabilidad del modelo económico actual se basan en la imposibilidad de que el 80% de la actual población que se encuentra en condiciones de desarrollo inferiores consuma de la misma manera que los actuales países desarrollados además de los efectos que el medio ambiente es incapaz de suministrar los insumos requeridos por un modelo derrochador e ineficiente, además se manifiesta como un modelo injusto que provoca una desigualdad cada vez mayor entre los sectores más desfavorecidos y sus mayores beneficiarios. (Juárez-Neri 2004)
La historia humana y la distribución de la población en el territorio han estado condicionadas por diversos elementos de acuerdo al estadio de desarrollo que presentaba en cada época histórica. Así, en un principio las fuentes básicas de subsistencia, agua y cotos de caza, son los elementos determinantes de la localización humana. Después lo serán los suelos fértiles que propiciarán el asentamiento y el aumento de producción agrícola.
Las diferentes etapas productivas de la economía comercial y la industrialización han caracterizado la localización y características de la organización territorial de cada sociedad. El control de los medios de comunicación han sido uno de los elementos fundamentales del desarrollo inicial, en un principio la propiedad y más actualmente el control de las materias primas y los combustibles han permanecido como ejes de la política económica. (Saxe-Fernández 2002)
En la actualidad el desarrollo de nuevas tecnologías de comunicación han sido los hitos que han permitido la modificación sustancial de las nuevas formas productivas relacionadas principalmente con la libertad de flujos de capital y la eliminación de barreras comerciales. Esto aunado a la mejoría de los transportes y la disminución de su impacto en el costo final de las mercancías, han provocado una revolución productiva de la que aún no es posible ver sus límites, sin embargo ya son manifiestos los impactos territoriales que provoca. (Alva 2001, Sebastián 2002, Veltz 1999).
La constitución de redes productivas cuyos nodos son los grandes centros de decisión económica, o aquellos que concentran externalidades que pueden ser aprovechadas en los nuevos procesos productivos flexibles. Estas auténticas redes virtuales vinculadas por las nuevas tecnologías de la información, están interrelacionadas de tal manera que potencian las capacidades de financiamiento, del propio proceso productivo y su comercialización.
Su propia operación exige la eliminación de las barreras que puedan limitar su expansión, las mas importantes se refieren a las barreras arancelarias de cada país y a la libertad de circulación del capital a partir de las instituciones financieras y la inversión productiva. La modificación de las reglas de juego global respecto a estos aspectos son las estrategias fundamentales del desarrollo.
Esta es la ideología que esta detrás de la economía neoliberal y que se promueve y, muchas veces, se impone a los países en desarrollo para que lo acepten integrándolo a una serie de medidas que permitan potenciar este proceso. Dichas medidas adicionales a la liberalización comercial, es la disminución del aparato estatal y de las funciones que cumplía hasta hace algunos años, sobre todo en el ámbito social donde la educación, la salud y los servicios eran proporcionados por los estados. Los efectos en países como México han sido el aumento de la pobreza, de la desigualdad regional y una mayor polarización social, aumentando los graves niveles de desigualdad ya existentes con anterioridad. (Cepal 2002, Hernández y Velázquez 2003, Ferranti 2003, Corona 2003)
Las manifestaciones territoriales de dicho fenómeno rebasan las concepciones tradicionales que se tenían acerca de los estudios regionales. Esta situación impacta de manera particular en la estructura territorial de los países subdesarrollados debido a los cambios en los procesos de organización del trabajo (revolución tecnológica) y de las actividades económicas (liberalización de la producción y formación de bloques económicos). (Mattos 1998, Messmacher 2000, Pinto 2002)
Esto necesariamente provoca una transformación profunda de las regiones de cada país, que si bien continúan organizándose en torno a las características y requerimientos del Estado-Nación, bajo las circunstancias actuales perfilan a constituirse en subespacios económicos menores, con asignaciones específicas de producción dentro del gran espacio económico, que en el caso mexicano es el Mercado Común Norteamericano, integrado con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA en inglés).
Así pues, se está ante la necesidad de reconceptualizar, o más bien buscar un nuevo paradigma regional que se ajuste en mayor medida a las condiciones actuales de los procesos territoriales, toda vez que las tipologías tradicionales de región limitan el campo del análisis.
Tal discusión se ha iniciado y existen importantes estudios al respecto. (Coraggio 2000, Iracheta 1999a, Boisier 1998)). Sin embargo, hay un largo trecho por recorrer, tales trabajos han caracterizado las modalidades que impone el capitalismo dependiente y, se asiste a una recomposición de la esfera regional y por ende de la necesidad de readecuar los estudios regionales.