La preocupación por la no discriminación y por la igualdad de oportunidades entre los sexos en el ámbito de la educación ha ido surgiendo como respuesta a demandas que se han desarrollado a nivel mundial y en nuestro país con especial énfasis durante la última década.

Se han producido una serie de circunstancias y de condicionamientos sociales, económicos, culturales y políticos que han llevado a poner en evidencia el sexismo en el ámbito educativo y a intentar solucionar esta injusta situación.

Se ha fortalecido un nuevo concepto de la educación como un sistema democrático, igualitario y obligatorio, cuyo objetivo es formar a las futuras ciudadanas y ciudadanos.
Es necesaria una reflexión sobre la construcción de género que se transmite en los hogares y en las escuelas, determinando con ello las formas de relacionarse y de conducirse con cuerpos sexuados diferentes, que instituyen de manera inicial las formas de ser mujer y ser hombre.

Como lo remite Saltzman (1992): “Las teorías de la sexualización de la infancia postulan que los sistemas de estratificación de los sexos se mantienen principalmente por la transmisión temprana de normas de sexo y atributos engendrados de la personalidad donde se incorporan los conceptos que hombres y mujeres tienen de si mismos y que afectan a las conductas y las elecciones a lo largo de toda la vida”

La educación debe lograr que hombres y mujeres accedan a un conjunto de saberes, habilidades y valores que les permitan estar en mejores y más iguales condiciones. Hay que ofrecer una educación que posibiliten el respeto mutuo entre hombres y mujeres, que legitimen y valoricen el conjunto de necesidades fundamentales, entre ellas la afectividad, la libertad, la autoestima, la participación y que rechacen cualquier discurso o práctica discriminatoria.

El cambio educativo exige el conocimiento de las condiciones de cada uno de los factores que afectan al hecho educativo y de las modificaciones necesarias para adecuarlo al nuevo proyecto. Destacando aquellos que limitan el acceso, la permanencia y el desempeño escolar de las niñas y los niños, como su pertenencia a un grupo social determinado.

Los factores que limitan la equidad en el acceso de niñas y niños a la educación se pueden dividir en dos, externos e internos.

Los factores externos son a elementos no directamente relacionados con él, pero que tienen una influencia determinante, se pueden agrupar en tres rubros:

• Condiciones de vida, la pobreza, los bajos ingresos y la falta de servicios, salud;
• Aspectos sociales como la integración de la mujer al mercado de trabajo y asumirse como jefe de familia, el analfabetismo de las madres y los padres de familia
• Aspectos institucionales, políticas educativas y directrices derivadas del modelo económico-social del país.

Los aspectos internos, se relacionan directamente con el hecho educativo, su vínculo esencial se da en la propia institución educativa (escuela) y se integra por el profesor o profesora, l@s directiv@s, l@s alumn@s y los medios de aprendizaje.

Nuestra propuesta de trabajo se ubica en el aspecto interno, fundamentalmente en la incorporación de conocimiento y valores que permitan la integración de la perspectiva de género.

La meta de equidad de género en el plano educativo incluye:

a) La elevación del nivel educativo;
b) La ampliación de la cobertura;
c) Una distribución territorial y social mas equitativa;
d) Un mejoramiento de la base de conocimientos, habilidades y destrezas; y
e) Una re-valoración del conjunto de saberes (cognitivo, valores y competencias).
Garantizar la equidad y eliminar las desigualdades educativas no implica simplemente un crecimiento del nivel educativo o la cobertura, sino erradicar todas las formas de manifestación del sexismo en los procesos educativos.

Seguramente falta mucho para convertir estas ideas en una práctica común del ejercicio docente. Es necesaria una nueva formación de todo el personal educativo en el conocimiento y manejo del currículum explícito y currículum oculto de la práctica educativa. Será necesario proveer las herramientas necesarias para que, desde un enfoque de equidad entre los géneros, se propongan formas alternativas creativas para eliminar el sexismo y los estereotipos de género.

Muchas mujeres no visibilizan el sistema de valores impuestos por la sociedad, producto de una educación domesticada, con lo cual han introyectado esos valores haciéndolos suyos, y los ha asumido como valores propios. El supuesto estatus de superioridad de los hombres y de inferioridad de las mujeres es un producto social y las instituciones educativas son en gran parte responsables de que esos paradigmas se mantengan.

A pesar de los avances legislativos y culturales, y de la igualdad formal entre hombres y mujeres, nuestra sociedad continúa siendo una sociedad desigual. Las formas de dominación no son las mismas de años atrás, ni se utilizan tan abiertamente, pero por su carácter subrepticio tiene una acción más eficaz.

La desigualdad de género es por consiguiente reproducida simultáneamente en el plano individual y social, generando brechas sociales, entre mujeres y hombres y entre las propias mujeres y se articula con otros ejes de la desigualdad social.

Por estas razones lograr la igualdad y caminar hacia un desarrollo equitativo desde el punto de vista de género debe ser un compromiso real que debemos adoptar todas las mujeres, para que las generaciones posteriores puedan vivir bajo un paradigma distinto.

Esto sólo será posible lograrlo mediante cambios educativos que promuevan una cultura distinta, más igualitaria, tolerante, crítica, solidaria y responsable.