En análisis regional en México tiene antecedentes antiguos. Probablemente el primer esfuerzo científico fue el de Alejandro de Humboldt, quien en 1803 elabora el “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España” donde realiza numerosas observaciones y el análisis que incluían algunas características de tipo social de la época colonial. (Avila 1993). Posteriormente en la época independiente, Manuel Orozco y Berra elaboró un estudio en 1865, que establecía una regionalización a partir de las lenguas indígenas.
Sin embargo los avances importantes se dan después de la revolución mexicana de 1910-1917, los compromisos sociales de la lucha hicieron necesaria la elaboración de una gran cantidad de estudios regionales, así como un inventario de recursos y las potencialidades económicas del país. Durante el período 1930-1950 se elaboran numerosos estudios, principalmente agrícolas y de regionalización económico-agrícola que fueron utilizando los avances metodológicos.
En la década 1950-1960 se promovió la construcción de grandes obras hidráulicas e infraestructura, bajo un modelo de desarrollo regional por cuencas hidrológicas, basado en la TVA estadounidense, y es uno de los antecedentes más importantes de la planificación regional en México. Se crearon comisiones de cuencas que elaboraron estudios y propuestas para el desarrollo económico de esas áreas.
La modificación de las perspectivas economicistas y del desarrollo lineal puestos en cuestión en los años sesenta, propicia la elaboración de una gran cantidad de investigaciones de tipo socioeconómico, sobre los procesos de ocupación territorial y de las actividades productivas. También en esta época se retoman los procesos de planeación nacional del desarrollo a partir de la Alianza para el progreso y sus fondos de apoyo.
Las preocupaciones por el crecimiento de la población y el acelerado proceso de urbanización son ampliamente abordadas por Luis Unikel (Unikel 1978) que inician un movimiento que ha crecido hasta la fecha. Son importantes las aportaciones de Gustavo Garza al análisis de los procesos de planeación urbano-regional en el país (Garza 1992 y 1999). La agudización de la problemática urbana y la crisis de los “polos de desarrollo” han dado margen a la elaboración de numerosos e importantes trabajos. También se han realizado aportaciones importantes sobre impactos regionales y ecológicos en las zonas petroleras del país.
Las modalidades del desarrollo capitalista en México se han manifestado territorialmente en la aparición y profundizamiento de las desigualdades regionales.
Acerca de su existencia hay un absoluto consenso por parte de los numerosos trabajos sobre desarrollo regional.
Recientemente, se ha elaborado una literatura profusa sobre la problemática de las desigualdades regionales. Considerando los distintos niveles de acceso a los satisfactores sociales en las distintas regiones del país, COPLAMAR (1982) elaboró la Geografía de la marginación.
Otros autores como Hernández Laos (1999, 2000), han fundamentado su análisis bajo parámetros como la inversión pública federal, la captación de ahorro bancario, etc.; J. J. Palacios (1988) incorpora al análisis los conceptos de desconcentración y descentralización, así como sus resultados a través de la reforma municipal. Otros como María D. Ramírez (1986) han incursionado en el análisis de las desigualdades regionales en México.
Los análisis han tratado de ser incorporados a los mecanismos de la planificación. Como la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo Urbano en 1978 por Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (SAHOP).
Aunque dicho plan tuvo poca influencia en la estructuración del espacio nacional, marca un hito para la intervención planeada del Estado en el desarrollo urbano-regional de México. Dicha política ha tenido su continuidad en los diferentes planes y programas sectoriales elaborados por los gobiernos en cada período, que en un inicio incluían la perspectiva ambiental.
El actual Programa Nacional de Desarrollo Urbano y Ordenación del Territorio 2001-2006, del gobierno actual establece que durante los últimos treinta años se han acentuado las diferencias regionales en México debido a la poca relación que guardan las ciudades y regiones desarrolladas con las atrasadas y a la carencia de políticas explícitas de desarrollo regional. (Sedesol 2001)
Establece como objetivo rector promover un desarrollo económico regional menos desigual, lo que implica la integración regional y sectorial que maximice la eficiencia económica del territorio garantizando su cohesión social y cultural en condiciones de sustentabilidad. Además define que el reto del desarrollo urbano y regional es el de garantizar, por un lado, el eficiente funcionamiento de las ciudades como motor del desarrollo en sinergia con su región y, por el otro, enfrentar las profundas desigualdades de acceso a la vivienda, el equipamiento y los servicios urbanos.
Este breve repaso muestra la constante preocupación por el conocimiento de las causas y consecuencias de los procesos de ordenación del territorio. Además, no puede obviarse la necesidad de contar con nuevos planteamientos metodológicos que permitan explicar las causas y procesos de los desequilibrios espaciales, este es uno de los retos más grandes que enfrenta planificación regional en nuestros días.
Los investigadores del desarrollo regional cada vez más utilizan un enfoque territorial integral y multidisciplinario, no solamente por la complejidad de los problemas sino por los nuevos procesos que lo determinan en la actualidad.
Se han superado los enfoques limitados al territorio, como una variable independiente, para convertirla en variable dependiente de la actividad social donde lo económico, lo político y lo social se interrelacionan de manera que presentan una complejidad que exige nuevos esfuerzos teóricos y metodológicos para analizarla y buscar soluciones a sus problemas.