En el caso del Líbano, Naciones Unidas calcula que, en septiembre de 2015, una de cada cinco personas que viven en el país es siria. Desde 2011 han llegado al Líbano cerca de 1,2 millones de personas. Teniendo en cuenta que la población del Líbano no llega a los 5 millones, la llegada de 1,2 millones más en un periodo de tres años supone un reto y un desafío, entre otros, para los recursos y la capacidad del país en términos de gestión del alojamiento, el acceso a la educación, el acceso a la asistencia sanitaria,… Respecto al acceso a un puesto de trabajo, es limitado y se cree que un porcentaje muy alto de las personas refugiadas que trabajan lo hacen en la economía sumergida.

Un elemento que Naciones Unidas resalta es la intensificación del proceso de empobrecimiento de los refugiados sirios cuando se agotan sus ahorros y no pueden acceder a un puesto de trabajo. El empobrecimiento afecta de forma alarmante a las familias encabezadas por mujeres. En este sentido, la vulnerabilidad de la población refugiada siria se está incrementando y es más extrema en aquellas personas que llevan más tiempo asentadas en el país de acogida. Esta vulnerabilidad es muy acusada en el caso del acceso a la alimentación y la salud, y es compartida con los cerca de 450.000 palestinos y palestinas registrados, que suponen cerca del 10% de la población del Líbano.

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